Infidelidad en el amor
140 pages
Español

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Infidelidad en el amor , livre ebook

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Description

Que responderíamos si nos preguntaran, ¿Trae consecuencias la infidelidad en el amor? Aparentemente, por lo que hemos visto en la vida real, y en algunas películas románticas entre novios y personas que ya tenían varios años de estar casados y se divorciaron, como que pensamos que tal pregunta no tiene sentido. En estos ejemplo que hemos mencionado, nos damos cuenta que nada sucede y que las parejas involucradas prosiguen una vida normal y feliz como si nada hubiese sucedido. En esta historia no parece ser asi. El precio de la infidelidad se tarda en presentarse en la vida de los protagonistas, pero se manifiesta poco a poco hasta que se ve, que el que mal ha hecho recibe su pago cuando menos lo espera. También veremos al final de este libro, que la paciencia del que ha sido engañado, ultrajado y abandonado, prevalece, y es asi mismo recompensado de mucho bien y levantado en alto por todos los que habitan a su alrededor.

Sujets

Informations

Publié par
Date de parution 06 janvier 2021
Nombre de lectures 9
EAN13 9781506535395
Langue Español

Informations légales : prix de location à la page 0,0200€. Cette information est donnée uniquement à titre indicatif conformément à la législation en vigueur.

Extrait

infidelidad EN EL AMOR
 
 
 
 
 
 
 
SAMUEL M. CIFUENTES
 
 
Copyright © 2021 por Samuel M. Cifuentes.

Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:
           2020924231
ISBN:
Tapa Dura
978-1-5065-3541-8
 
Tapa Blanda
978-1-5065-3540-1
 
Libro Electrónico
978-1-5065-3539-5
 
 
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
 
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
 
Las personas que aparecen en las imágenes de archivo proporcionadas por Getty Images son modelos. Este tipo de imágenes se utilizan únicamente con fines ilustrativos.
Ciertas imágenes de archivo © Getty Images.
 
 
Fecha de revisión: 27/09/2023
 
 
 
Palibrio
1663 Liberty Drive, Suite 200
Bloomington, IN 47403
Índice
Prefacio
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
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Epílogo
 
Prefacio
C omo humanos que somos cometemos errores a cada momento, y el precio que pagamos por estos siempre suele ser según la medida de la infracción que se comete, ya sea por equivocación o cuando estos han sido premeditados. En ciertos casos, cuando sabemos que hemos cometido un error, y reconocemos nuestra falta, como sea, pagamos el precio, pero aprendemos y seguimos adelante para no volver a hacer lo mismo. Sí, es cierto que todos los errores nos cuestan. Pagamos por ellos y pronto quedan en el olvido. Pero, las faltas concernientes a la infidelidad en el amor, entre parejas de novios o personas ya casadas, estos si que son errores de gran tamaño que nos hacen mucho daño, aún después de haber reconocido nuestra culpa. En esta historia, esto es lo que sucede, y vamos a ver que tan gran precio se llega a pagar por esta clase de infracciones.
 
 
 
 
 
 
Infidelidad en el amor
 
1
H enry Walker, uno de los empresarios más ricos de la cuidad de Hayden, Idaho, comenzó su negocio siendo un jovencito de veintidós años de edad. A la edad de cuarenta, su empresa llegó a ser una de las más grandes y fructíferas, la cual proveía trabajo para muchos, y extendiendose además rápidamente hacia otros Estados del Noreste de la Nación. Con todo el progreso de esta empresa, y los ingresos que acumulaba en sus cuentas bancarias personales, cualquiera de sus socios y amigos que Mr. Henry tenía por doquier, podrían deducir que, con toda esta bendición, este hombre ya era muy feliz, y dichoso, y que podría descansar en paz, y dormir mejor que cualquier ser humano. Pero se equivocaban todos, pues a pesar de ser el hombre más rico de esa cuidad, algo le preocupaba, y no lo dejaba estar tranquilo. Algunos pensaban que pudiera ser la soledad que lo acompañaba, pues que su hermosa esposa Ashley Walker, hacía ya un par de años que había perecido en un trágico accidente, y el único hijo que ahora tenía veintidós años, no se preocupaba por él. Este en vez de estar a su lado haciendole compañía y brindandole cariño por la perdida de ambos, prefería pasar el tiempo frecuentando amistades que no le traerían ningún provecho en el futuro. Pero por fin, Albert McCann, uno de los amigos más cercanos de Henry Walker, de su misma edad, y con quien solía irse de cacería con frecuencia, pudo encontrar lo que a este hombre le faltaba según él, para llegar a ser el hombre más feliz del mundo. Este Albert McCann era ya un hombre retirado, y hacía algunos años que también había perdido a su preciosa compañera, “Pero Henry!” Le aconsejaba este su amigo, “Con toda la fortuna que tu tienes, en cualquier momento puedes comprar la cabeza disecada de un oso Kodiak, y ponerla como deseas aqui en la pared de esta tu oficina! Y no tienes porque ir a arriergarte a ir a perder tu vida, tratando tú mismo de ir en persona al Sureste de Alaska a enfrentarte a uno de esos osos que son los más grandes de esa región!” “Es que eso es lo que quiero!” Le respondió el, portándose como un chiquillo malcriado, “Todos los empresarios de otras compañías, tienen el orgullo de tener esa clase de trofeos en sus oficinas, ¿Y por qué yo no debería de tener algo asi que haya procurado con mis propias manos?” Albert meneó su cabeza en señal de no poder comprender su obstinado deseo, “¿Pero qué trofeo podría ser más grande, que este que tu tienes aqui en esta pared?” Le preguntó viendo al cuadro donde estaba su difunta esposa y su hijo Anthony Walker, “Y además de esto!” Prosiguió, “Mira cuanto cuadro hermoso de tanto trofeo que has ganado por esta tu empresa tan progresiva, la cual ha hecho bien a esta cuidad!” Mr. Henry se puso en pie. Le dio otro jalón a su cigarillo, y luego le vio a los ojos, “Bueno! ¿Quieres acompañarme a Alaska para ir a conseguir lo que deseo, o me vas a dejar que vaya yo solo?” Le preguntó sin quitar su vista de él, “Está bien!” Le dijo Albert, sin muchas ganas, “Pero te advierto que mucho más fácil sería que le pagues a alguien más que vaya a hacer eso, y que cuando lo cuelguen aqui donde lo deseas ver, que nos echemos la mentirita de que fuistes tu quien lo mató con tus propias manos! ¿No sería eso más fácil que ir a esas montañas cargadas de nieve y enfrentarnos a ese oso de tamaño colosal?” “Si! Muy fácil sería” Acordó Mr. Henry, “Pero mi deseo es de conseguirlo yo personalmente!” “Está bien Henry!” Accedió Albert, “Haré todos los preparativos y saldremos mañana temprano para el Sureste de Alaska!” Mr. Henry le apretó su mano agradeciéndole por su compañía, “Estoy tan contento que hasta me haces cambiar de opinión!” Le dijo. Albert se emocionó al oirlo decir eso, “¿Cómo asi?” Le preguntó no entendiendo lo que decía, “¿A poco te has arrepentido de hacer ese viaje?” “No, no es eso!” Le rectificó el, “Lo que quiero decir es que, cuando traigamos la cabeza de ese Kodiak y la colguemos aqui, les diremos a todos que tú y yo lo hicimos juntos!” “Te veo mañana Henry!” Le dijo Albert, decepcionado al haberse equivocado. Y al decirle esto, le dio la espalda y se retiró de ahi.
Un mes después, Mr. Henry se encontraba muy pensativo sentado en la silla de su escritorio, pensando en algo que le venía preocupando mucho. Su secretaria vino a dejarle una taza de café, y a la vez a informarle que Mr. Albert McCann se hallaba allá fuera y deseaba hablar con él, “Por favor, hazlo pasar quieres!” Le suplicó el mientras se preparaba a recibirlo. Momentos después, Albert al penetrar a la oficina, el mismo se impresionó al contemplar la inmensa cabeza disecada de la osa Kodiak ahí pegada a la pared, atrás del escritorio de Mr. Henry, “De verdad que es impresionante!” Exclamó, viendo el perfecto trabajo que habían hecho los que la prepararon y la colocaron ahí. Pero al quitar su vista de esta, y ponerla en el rostro de Mr. Henry, notó que él no se hallaba tan contento como lo esperaba, “¿Algo te sucede Henry?” Le preguntó, asumiendo que alguno de sus socios le estaba causando algún problema, o más bien su hijo Anthony quien acercándose ya a los veinticuatro años de edad, no se decidía a formalizar su vida con la hermosa novia que tenía hacía muchos años ya. Mr. Henry se puso de pie, y con su mano sobando su mejilla caminó alrededor de su oficina, como preparando la respuesta que se proponía a darle, “Me estás poniendo muy nervioso, ¿te sucede algo?” Volvió a preguntarle Albert ya con su entrecejo bien fruncido, “¿Te acuerdas de los dos cachorritos de esta osa, los cuales vinieron cerca a la fogata donde estabamos acampando después de haberle dado muerte?” Le preguntó el en torno deteniéndose frente a él, “Si! Si me acuerdo!” Contestó, extrañandose de su pregunta, “Pero, ¿no me digas que ahora quieres ir a ese lugar a traer a esos aqui también?” “Verdaderamente no me he sentido muy contento de haberlos dejado ahí desamparados!” Le explicó, desde ya temiendo que le iba a parecer ridículo lo que le venía preocupando, “Solos en ese bosque” Prosiguió, “Sin su madre, ni nadie que se preocupe de ellos!” Albert hizo algunos gestos de sentirse sorprendido por lo que le decía, pues era la primera vez que oía palabras asi de labios de un cazador, “¿Estás bromeando conmigo diciendome eso?” Le preguntó con asombro, “Estos han de estar por ahí en algún lado más preocupados buscando que comer, y poco les ha de importar la ausencia de su madre, ¿no crees? Además eres el primer cazador que oigo que se preocupa mucho por la familia de esos animales!” “Es que me dio mucha pena y tristeza cuando se acercaron a nuestro campamento, y después ya no les vimos más” Le respondió Mr. Henry, “Bueno! ¿Y qué hay con eso? ¿Y qué se te ocurre hoy?” Volvió a preguntarle Albert, ya presintiendo lo que el deseaba hacer, “Ir ahí otra vez!” Contestó Mr. Henry sin rodeos, “Encontrarlos, y entregárselos aquí al departamento de la cuidad que se ocupa de esos animales, para que, cuando ya tengan una buena edad, volverlos a su

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