Return this book on or before theLatest Date stamped below. Acharge is made on all overdue¿books. :.University of Illinois Library,•:• 1'I? -7 ..i;11H¿W?i21 IS43 mtiimMñY 2Z !S4M?.Y iñis-;B-. -S :35DL 11 !S^*'V;;* Í9m^3CJÍ3-V c*9 :u;«wat"""^^B¡ss¡^^.í?jmf5-'/7/CLfh^ APH291973IV '1 nW'ifYíi^{ ímlUH -9 ¡353 ffkLA MAESTRA NORMAL:j^^\^'mweí:'. '^p^rw^MANUEL CALVEZManuel Gálvez nació en la ciudad de Paraná, República Ar-gentina. Recibióse de abogado en Buenos Aires; su tesis univer-sitaria versó sobre La trata de blancas. Comenzó a escribira los diez y ocho años. En 1903 fundó, en colaboración con Ri-cardo Olivera, la revista Ideas, la que agrupó a los mejore.^escritores la joven generación. obra, comprendede Su que oncevolúmenes, comenzó en realidad con la publicación de su pri-libro versos,mer de en 1907, al que siguieron Sendero de hu-mildad, versos también, recientemente reeditado, El diario deypublicó raga,Gabriel Quiroga. A fin de 1913 El solar de laal que dos años después premió con diez mil pesos el GobiernoNacional, que ha alcanzado quintaya a la edición. Luegoyhan venido sus cuatro novelas un tomo de críticas. Fundó eny1917 la Cooperativa Editorial Buenos Aires, que ha publicado>'a volúmenes, en su gran mayoría argentinos. Han comen-50tado la obra Manuel Gálvez, total parcialmente, libros,de o enartículos, conferencias discursos, muchos escritores de valer,oespañoles americanos, entre ellos Gabriel Alomar, Miguel ...
'a volúmenes, en su gran mayoría argentinos. Han comen-50tado la obra Manuel Gálvez, total parcialmente, libros,de o enartículos, conferencias discursos, muchos escritores de valer,oespañoles americanos, entre ellos Gabriel Alomar, Miguel ..." />
Return this book on or before the
Latest Date stamped below. A
charge is made on all overdue
¿books. :.
University of Illinois Library
,•:• 1
'I? -7 ..i;
11H¿
W?i21 IS43 mtiim
MñY 2Z !S4
M?.Y iñis-;
B-. -S :35D
L 11 !S^
*'V;;* Í9m
^3CJÍ3-V c*9 :u;
«wat
"""^
^B¡ss¡^^.í?jmf
5-'/7/CLfh^ APH291973
IV '1 n
W'ifYíi^{ ím
lUH -9 ¡353 ffkLA MAESTRA NORMAL
:j
^^\^'mweí:'. '^p^rw^
MANUEL CALVEZ
Manuel Gálvez nació en la ciudad de Paraná, República Ar-
gentina. Recibióse de abogado en Buenos Aires; su tesis univer-
sitaria versó sobre La trata de blancas. Comenzó a escribir
a los diez y ocho años. En 1903 fundó, en colaboración con Ri-
cardo Olivera, la revista Ideas, la que agrupó a los mejore.^
escritores la joven generación. obra, comprendede Su que once
volúmenes, comenzó en realidad con la publicación de su pri-
libro versos,mer de en 1907, al que siguieron Sendero de hu-
mildad, versos también, recientemente reeditado, El diario dey
publicó raga,Gabriel Quiroga. A fin de 1913 El solar de la
al que dos años después premió con diez mil pesos el Gobierno
Nacional, que ha alcanzado quintaya a la edición. Luegoy
han venido sus cuatro novelas un tomo de críticas. Fundó eny
1917 la Cooperativa Editorial Buenos Aires, que ha publicado
>'a volúmenes, en su gran mayoría argentinos. Han comen-50
tado la obra Manuel Gálvez, total parcialmente, libros,de o en
artículos, conferencias discursos, muchos escritores de valer,o
españoles americanos, entre ellos Gabriel Alomar, Miguel dey
Unamuno, Ricardo Carner, EnriqueLeón, José Julio Cejador,
Diez-Canedo, Ortega Munilla, Andrés González Blanco,José
Monteiro Lobato, Isaac Rafael OliveiraGoldberg, Obligado,
Lima, Lucio V. Mansilla, Leopoldo Lugones, Claudio de Souza,
Francisco García Calderón, Ronald de CarvaUío, Alberto Ger-
chunoff Arturo Capdevila.y
^
V >&J,BIBLIOTECA DE NOVELISTAS AMERICANOS
LA MAESTRA NOEMAL
(VIDA DE PROVINCIA)
NoTcla por MANUEL GÁLVEZ
ÍDICIÓN DEFINITIVA
ItolTOEIAL •PATBIl»d3^
KTinrOS AIKES
1921
í^^-'-Jij SPAIN-;>í3^*,--f .
,
1,PRIMERA PARTE
.«i
¿
en
Fué un domingo de febrero, el último de aquel mes,
llegó Rioja.cuando Julio Solís a La
mañana, serena, tibia, dulcemente plácida, anun-La
salir,ciaba un día de calor. El sol comenzaba a unay
*luz apenas azulada, que no era aun la decisiva claridad
' aparecíandel día, llenaba el ambiente. Las montañas
lejanas vagas.y
, Acababa de llegar el tren. La locomotora, como can-
• sada del largo viaje, daba sus últimos suspiros. Los po-
eos pasajeros bajaban. Ün hombre de aire tosco, medio
l
^ dormido aún, con el chaleco los botines sin prender, sey
refregaba, con los gordos dedos, sus ojos soñolientos.
Otro viajero, desperezándose, estiraba los brazos, sacudía
las piernas, todo el cuerpo. veían porbostezaba con Se
—la abertura de una ventanilla cuya oscuridad acen-
tuaban las paredes del vagón, suciamente emblanqueci-
—das de polvo pantalones que se movían de un lado a
otro, apresuradamente, entre valijas cajas.y
"^ En el andén, fuera de los cocheros changadores, noy
había nadie.casi Solís, mientras bajaba, comparaba esta
¡
estación —triste solitaria, estación de capital provin-íy
ciana, sin embargo, — con aquellas estaciones bulliciosas
de las comarcas agrícolas, que vio al coi^nzar viaje.su
Muchachos harapientos sucios, ofreciéndose con insis-y
tencia humilde pegajosa para llevarle las maletas, sey
amontonaban a su lado. Entregó a uno sus dos valijas
lasy hizo subir a un carruaje.
—¿Adonde lo llevo, niño? preguntó el cochero.—
—A la casa de Críspula
, doña Paredes.
Era la señora que le recibiría como pensionista. ¡Gente
_muy decente! había exclamado con beatitud, al recomen-
5-' 520057
. \ 'o , :6 MANUÍÍI, GÁL\TÍZ
dársela, el riojano Borja, cxcondisdpulo suyo en la Es-
cuela Normal del Paraná. No era la de doña Críspula
una verdadera casa de huéspedes. Doña Críspula Bernal
de Paredes sólo admitía dos, tres personas. Sus presun-
huéspedes presentarletos debían muy buenas recomen-
daciones. En cambio, ella los trataba "divinamente". Co-
mida "de primera", conversación amena hasta su pocoy
de buena sociedad. ¡ Eran de verse, en los sábados inver-
nales, las loterías de aquella casa!
carruaje comenzó -El a andar por una angosta calle de
álamos, orillada de acequias, que subía en cuesta casi im-'
perceptible. Solís, desde el coche, la veía atravesar las
pocas cuadras de la ciudad perderse luego entre ca-losy
llejones del arrabal. Al fondo, tan cercano que parecía
un obstáculo puesto al avance de la calle, se levantaba un
cerro aislado redondo. Parecía ely lomo arqueado de
un inmenso animal. Vetas de sombra, como enormes
arrugas, descendían desde lo alto del cerro.
Solís se sentía muy fatigado, nunca se cansó tantoy
desde que se hallaba enfermo. El día anterior lo pasó
con fiebre; por la noche tuvo pesadillas abundantes su-y
dores en las piernas. afecciónLa pulmonar que le lleva-
ba a La Rioja,—tal vez para siempre, pensaba, era— su
ruina. ¡Venirle tan luego ahora, cuando comenzaba a
vivir la vida, cuando su cómodo empleo le ahorraba in-
quietudes para el porvenir!
El carruaje saltaba sobre las piedras puntiagudas, y
sus barquinazos molestaban al viajero poniéndole de mal-
humor. Además, la soledad del viaje, su espantosa mo-
notonía, le habían aplastado. Por esto miraba sin interés,,
casi con indiferencia, las calles angostas de la ciudad, fus
casas chatas viejas, los paredones en ruina,y las hileras
de naranjos, las
, acequias que corrían a lo largo de las
veredas.\ Las calles, solitarias. De cuando en cuando, a
'pie, siguiendo al burrito gris que llevaba su carga de fru-
tas y verduras, pasaba algún vendedor matinal. Las
puertas de las casas permanecían cerradas. Eran casi
todas casas de adobe, en forma de rancho, con techo de
tejas paredes negruzcas carcomidas. Algunas esta-y yLA MAÍSTRA NORMAL 7
ban pintadas de colores vivos: de rojo, de azul. A Solís
más le interesaban las montañas. Era la primera vez que
veía montañas de cerca. Les encontraba una agria me-
lancolía, una huraña aspereza. Ningún encanto. Le pa-
recía una cosa fea monstruosa, cuya eterna presenciay
debía inquietar, afligir.
Pasó el carruaje por una plaza poblada de naranjos.
De unos postes altos torcidos, pintados dey azul dey
aspecto enclenque tristón, colgaban los faroles del alum-y
brado. Frente a la plaza, en una esquina, una iglesia
en construcción. Las campanas llamaban a misa, algu-y
nas mujeres, envueltas chales entrabanen negros, en la
iglesia indolentemente.
cuadras más lejos se detuvo el carruaje, frente aDos
un caserón de ancha puerta, techo de tejas paredes de"y
adobe que habían perdido el revoque. El viajero, gol-
peando las manos, llamó a la puerta. Las palmadas re-
percutieron sonoramente en inmenso zaguán. Peroel no
salió nadie. De un cuarto se asomó al corredor, en man-
hombre tomando volviógas de camisa, un mate. Solís a
llamar, al tiempo que una" muchacha con trazas de sir-\
vienta del fondo. Después de un buenatravesaba el patio \
rato, la muchacha, con toda cachaza, se allegó a la puer-
ta. se trataba del viajero esperadoCuando supo que des-
de hacia días, le hizo entrar en la casa.
es pieza, niño— la muchacha—Esta su dijo con sonrisa
humilde confiada, mientras le indicaba el primer cuartoy
a mano derecha del zaguán.
Y salió para traerle las valijas.
El cuarto era espacioso, con dos ventanas a la calle.
Tenía piso de ladrillos, muchos de los cuales estaban ro-
tos, al fondo, un estrado de baldosas. Los muebles,y,
•viejos pobres. La cama, de fierro, se inclinaba contray
la pared, la mesa de pino, que serviría de escritorio,y
rengueaba de una pata. El lavatorio era portátil, de la-
tón. Había una enorme silla de hamaca. dos gran-Las
des puertas del cuarto daban a un corredor cuyo techo,
algo saledizo, caía sobre el patio. Por las columnas, ba-
rrigudas toscas, trepaban enredaderas. Un pequeñoy