Dos respuestas contra la censura del franquismo. Fernando Arrabal y Alfonso Sastre
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Ya lo dijo Vittorio Gassman, “El teatro no está hecho para cantar las cosas, sino para cambiarlas”. Será en este artículo donde pongamos de manifiesto cómo, bajo la represiva dictadura española, numerosos dramaturgos trataron de cambiar el rumbo del teatro y, porqué no, de la historia, a través de la creación de esos pequeños mundos paralelos en los que durante unas horas nos brindan la oportunidad de sumergirnos. En primer lugar, y a modo de introducción, haremos una breve contextualización histórica que posteriormente nos servirá para situar en su época a estos dos grandes autores, Fernando Arrabal y Alfonso Sastre.

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Publié le 01 janvier 2009
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Langue Español

Extrait

Sans Soleil Sobre las tablas
DOS RESPUESTAS CONTRA LA CENSURA DEL
FRANQUISMO.
FERNANDO ARRABAL Y ALFONSO SASTRE.
Blanca Garralda Grábalos
Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
“Son gentes que han fracasado en la vida, literatos sin lectores, flósofos sin discípu -
los, arquitectos sin obras y lo que es más triste, poetas con talento a veces; pero sin
medios de vida; en todo caso, gentes movidas por un rencor. En las campañas revolu-
cionarias o en la masonería encuentran su pedestal”
Cristóbal de Castro, Arriba, Pág. 8, Madrid, 1939
Ya lo dijo Vittorio Gassman, “El teatro no está hecho para cantar las co-
sas, sino para cambiarlas”. Será en este artículo donde pongamos de manifesto
cómo, bajo la represiva dictadura española, numerosos dramaturgos trataron de
cambiar el rumbo del teatro y, porqué no, de la historia, a través de la creación de
esos pequeños mundos paralelos en los que durante unas horas nos brindan la opor-
tunidad de sumergirnos.
En primer lugar, y a modo de introducción, haremos una breve contextua-
lización histórica que posteriormente nos servirá para situar en su época a estos dos
grandes autores, Fernando Arrabal y Alfonso Sastre.
Fue durante la Guerra Civil española cuando los dos bandos enfrentados,
nacionales y republicanos, utilizaron el teatro como medio de difusión de sus ideas
políticas. Ambos conocían la importancia de la propaganda para lograr la cohesión
ideológica, y nada mejor para acercarse al pueblo que una obra teatral. Los nacio-
nales llegaron a entender el teatro como “La liturgia del pueblo”, de ahí que no
tardaran en reprimir cualquier tipo de manifestación republicana. Merece la pena
nombrar, como ejemplo extremo, el caso de Federico García Lorca, adscrito a la
generación del 27, quien con su grupo de teatro itinerante “La Barraca” recorrió
multitud de ciudades españolas difundiendo el pensamiento republicano. Este dra-
maturgo tuvo uno de los fnales más trágicos impuestos por el franquismo ya que
el 18 de Agosto de 1939 fue asesinado en uno de los “paseos” nacionales. Afortu-
nadamente, ésta no fue la suerte que corrieron todos los autores más radicales de la
época.
Es en este momento cuando se comenzaron a gestar varias posturas entre
los literatos españoles. En el interior del país nacieron dos corrientes: la tradicio-
nalista por un lado, compuesta por integrantes de la FET y de las JONS, quienes
se dedicaron a llevar a cabo obras teatrales clásicas. Por otro lado, está la vertiente
-66-Sans Soleil Sobre las tablas
renovadora, que exigía una limpieza y reformación del teatro dando lugar a un
nuevo estilo: el “Teatro del Realismo Social” (1) con Alfonso Sastre, entre otros, a
la cabeza. Mientras, en el exilio, se desarrollaron obras de gran peso artístico, mu-
chas de las cuales nunca llegaron a estrenarse en España, como consecuencia de un
régimen autoritario y de una sociedad anclada en valores fascistas y autosufcientes
que no aceptaba la presencia de ideas reformistas. Muchos son los representantes de
este nuevo teatro que podríamos citar como ejemplo, pero nos centraremos en uno
de los más enigmáticos y ambiguos: Fernando Arrabal.
Nacido en 1932 en Melilla fue testigo de primera fla de la Guerra Civil al
ser su padre arrestado, en 1939, en condición de preso político. La situación polí-
tica del momento y su precaria situación familiar hacen de su experiencia vital la
base fundamental de su obra. En 1952 consiguió una beca para ir a estudiar a París,
acontecimiento decisivo en su producción teatral, pues ésta le permitió acceder al
onírico grupo dirigido por André Breton. Durante un tiempo estuvo frecuentando
estos círculos surrealistas, pero a pesar de la admiración que profesaba por Breton,
a Arrabal no le gustó el ambiente dictatorial que se había creado en derredor suyo.
Fue este el motivo por el que decidió crear un grupo disidente: el Grupo Pánico (2).
Arrabal nunca tuvo la aspiración de crear un movimiento ni artístico ni teatral, sino,
al igual que los dadaístas, quería patentar una nueva forma de vida que aunase las
principales características de los últimos “ismos” artísticos (surrealismo, dadaísmo,
postismo…). El principio fundamental de los pánicos, tomado del dadaísmo, es la
libertad de creación. Una libertad que no era posible dentro de España, donde había
que ceñirse a las estrictas reglas impuestas por el poder gobernante y que en abso-
luto se ajustaban al modus vivendi de Fernando Arrabal.
Situación parecida fue la de Alfonso Sastre. Éste vino al mundo en 1926 en
Madrid y también padeció en primera persona las miserias de una guerra civil. Con-
tando sólo con 19 años fundó, junto a Carlos J. Costas, José Franco, José Gordón
y José María Palacio, el grupo “Arte Nuevo” el cual en palabras de Sastre era “una
fundación confusa; pero ya uno había oído hablar de los teatros de vanguardia, de
ensayo y de combate, que en otros países habían sido y seguían siendo los núcleos
revolucionarios de la escena. Nosotros traíamos fuego, pasión, inocencia, audacia,
amor al teatro. Si algo nos unía a nosotros que éramos tan diferentes, era la náusea
ante el teatro burgués de aquel momento”. Este espíritu reivindicativo cuajó defni -
tivamente cinco años más tarde al nacer el “Teatro de Agitación Social”, un teatro
que abogaba por la desintegración del “Teatro de la inhibición” que se llevaba a
cabo en el país a raíz de la imposición del régimen. Inhibición entendida como la
postura del forzado ignorante que se niega a entender la situación que le rodea y se
limita a acomodarse a ella.
Hay que considerar sendas posturas no como un grito de revolución anar-
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quista y sin ley, sino como dos intentos, válidos por igual, de renovación del panora-
ma teatral desde una frme posición anticlásica y escrupulosamente revolucionaria.
Es así como hemos de entender ambos teatros, realista e intransigente por un lado y
renovador y original por otro.
Comenzando con Fernando Arrabal, haremos un recorrido a lo largo de su
vida que nos ayudará a entender gran parte de su producción. Antes que nada, es
importante señalar que la obra de Arrabal se desarrolló en el exilio por disposición
propia, no obstante, debido a sus condiciones y a las encubiertas alusiones al régi-
men, nunca se hubiese permitido llevarla a cabo dentro de España. Este motivo es
el que nos lleva a califcarlo como un reaccionario frente a la censura.
Como ya hemos comentado antes, éste nació en Melilla tan sólo cuatro
años antes del estallido de la Guerra Civil. La ausencia de la fgura paterna y su
idealización, unida a las constantes mentiras de su madre acerca de su progenitor,
hicieron que en la mente de Arrabal fuesen tomando forma una fliación de ideas
que años despues plasmará en los personajes protagonistas de su teatro. Esta aso-
ciación le llevó a identifcar a su padre con la libertad, lo utópico y lo bello y a su
madre con el totalitarismo, la mentira y la opresión, de ahí el carácter de su primera
etapa de producción, completamente autobiográfca. Estas ideas se ven perfecta -
mente refejadas en su obra “Los dos verdugos” (3).
Un año más tarde del arresto de su padre se trasladó junto a toda su familia
a Madrid. Uno de los acontecimientos que más peso tuvo de aquella etapa fue el en-
cuentro con el grupo Postista, dirigido por Eduardo Chicharro y Carlos Edmundo de
Orly. Un grupo marginal, al que no pudo pertenecer por razones cronológicas, que
pretendía unir las características fundamentales de los “ismos” surgidos a partir de
la I Guerra Mundial, creando así un movimiento artístico cuya premisa fundamental
fuera la libertad de creación, pensamiento y manifestación.
En 1952, con un bagaje cultural importante, recibió una beca para estudiar
en París. Durante esta primera estancia enfermó de tuberculosis, lo que le obligó a
pasar una larga temporada en el hospital. Allí conoció a una serie de personas que
conformaron un universo marginal decisivo para el encuadre de los personajes en
su teatro. De este modo, ya con unos personajes creados a raíz de su experiencia
vital durante su infancia, conseguirá

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