Los pazos de Ulloa
244 pages
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The Project Gutenberg EBook of Los pazos de Ulloa, by Emilia Pardo Baz n �This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and withalmost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away orre-use it under the terms of the Project Gutenberg License includedwith this eBook or online at www.gutenberg.orgTitle: Los pazos de UlloaAuthor: Emilia Pardo Baz n �Release Date: March 16, 2006 [EBook #18005]Language: SpanishCharacter set encoding: ISO-8859-1*** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS PAZOS DE ULLOA ***Produced by Chuck Greif and La Biblioteca Virtual Miguel de CervantesNota: No hab a cap tul�o n V en el original. Pues, el cap� � tulo VII �sigue el cap tulo V. �Los pazos de UlloaEmilia Pardo Baz n �Tomo I-I-Por m s que el jinete trataba de sofrenarlo agarr� ndose con todas sus �fuerzas a la nica rienda de cordel y susurrando palabritas calmantes y �mansas, el peludo roc n segu a empe ndose en bajar la cuesta a un trote� � ��cochinero que descuadernaba los intestinos, cuando no a trancosdesigual�simos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repechodel camino real de Santiago a Orense en t rminos que los viandantes, al �pasarlo, sacud an la cabeza murmurando que ten a bastante m� s declive � �del no s cu nto�s por ciento marcado por la ley, y que sin duda al�llevar la carretera en semejante direcci n, ya sabr an los ingenieros lo � �que se pescaban, y alguna quinta de personaje pol tico, alguna �influencia electoral ...

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The Project Gutenberg EBook of Los pazos de Ulloa, by Emilia Pardo Bazn This eBook is for the use of anyone anywhere at no cost and with almost no restrictions whatsoever. You may copy it, give it away or re-use it under the terms of the Project Gutenberg License included with this eBook or online at www.gutenberg.org Title: Los pazos de Ulloa Author: Emilia Pardo Bazn Release Date: March 16, 2006 [EBook #18005] Language: Spanish Character set encoding: ISO-8859-1 *** START OF THIS PROJECT GUTENBERG EBOOK LOS PAZOS DE ULLOA *** Produced by Chuck Greif and La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Nota: No haba captulo n V en el original. Pues, el captulo VII sigue el captulo V. Los pazos de Ulloa Emilia Pardo Bazn Tomo I -I- Por ms que el jinete trataba de sofrenarlo agarrndose con todas sus fuerzas a la nica rienda de cordel y susurrando palabritas calmantes y mansas, el peludo rocn segua empendose en bajar la cuesta a un trote cochinero que descuadernaba los intestinos, cuando no a trancos desigualsimos de loco galope. Y era pendiente de veras aquel repecho del camino real de Santiago a Orense en trminos que los viandantes, al pasarlo, sacudan la cabeza murmurando que tena bastante ms declive del no s cuntos por ciento marcado por la ley, y que sin duda al llevar la carretera en semejante direccin, ya sabran los ingenieros lo que se pescaban, y alguna quinta de personaje poltico, alguna influencia electoral de grueso calibre deba andar cerca. Iba el jinete colorado, no como un pimiento, sino como una fresa, encendimiento propio de personas linfticas. Por ser joven y de miembros delicados, y por no tener pelo de barba, pareciera un nio, a no desmentir la presuncin sus trazas sacerdotales. Aunque cubierto de amarillo polvo que levantaba el trote del jaco, bien se adverta que el traje del mozo era de pao negro liso, cortado con la flojedad y poca gracia que distingue a las prendas de ropa de seglar vestidas por clrigos. Los guantes, despellejados ya por la tosca brida, eran asimismo negros y nuevecitos, igual que el hongo, que llevaba calado hasta las cejas, por temor a que los zarandeos de la trotada se lo hiciesen saltar al suelo, que sera el mayor compromiso del mundo. Bajo el cuello del desairado levitn asomaba un dedo de alzacuello, bordado de cuentas de abalorio. Demostraba el jinete escasa maestra hpica: inclinado sobre el arzn, con las piernas encogidas y a dos dedos de salir despedido por las orejas, lease en su rostro tanto miedo al cuartago como si fuese algn corcel indmito rebosando fiereza y bros. Al acabarse el repecho, volvi el jaco a la sosegada andadura habitual, y pudo el jinete enderezarse sobre el aparejo redondo, cuya anchura inconmensurable le haba descoyuntado los huesos todos de la regin sacro-ilaca. Respir, quitse el sombrero y recibi en la frente sudorosa el aire fro de la tarde. Caan ya oblicuamente los rayos del sol en los zarzales y setos, y un pen caminero, en mangas de camisa, pues tena su chaqueta colocada sobre un mojn de granito, daba lnguidos azadonazos en las hierbecillas nacidas al borde de la cuneta. Tir el jinete del ramal para detener a su cabalgadura, y sta, que se haba dejado en la cuesta abajo las ganas de trotar, par inmediatamente. El pen alz la cabeza, y la placa dorada de su sombrero reluci un instante. --Tendr usted la bondad de decirme si falta mucho para la casa del seor marqus de Ulloa? --Para los Pazos de Ulloa?--contest el pen repitiendo la pregunta. --Eso es. --Los Pazos de Ulloa estn all--murmur extendiendo la mano para sealar a un punto en el horizonte.--Si la bestia anda bien, el camino que queda pronto se pasa.... Ahora tiene que seguir hasta aquel pinar ve? y luego le cumple torcer a mano izquierda, y luego le cumple bajar a mano derecha por un atajito, hasta el crucero.... En el crucero ya no tiene prdida, porque se ven los Pazos, una _costrucin_ muy grandsima.... --Pero..... como cunto faltar?--pregunt con inquietud el clrigo. Mene el pen la tostada cabeza. --Un bocadito, un bocadito.... Y sin ms explicaciones, emprendi otra vez su desmayada faena, manejando el azadn lo mismo que si pesase cuatro arrobas. Se resign el viajero a continuar ignorando las leguas de que se compone un _bocadito_, y talone al rocn. El pinar no estaba muy distante, y por el centro de su sombra masa serpeaba una trocha angostsima, en la cual se colaron montura y jinete. El sendero, sepultado en las oscuras profundidades del pinar, era casi impracticable; pero el jaco, que no desmenta las aptitudes especiales de la raza caballar gallega para andar por mal piso, avanzaba con suma precaucin, cabizbajo, tanteando con el casco, para sortear cautelosamente las zanjas producidas por la llanta de los carros, los pedruscos, los troncos de pino cortados y atravesados donde hacan menos falta. Adelantaban poco a poco, y ya salan de las estrecheces a senda ms desahogada, abierta entre pinos nuevos y montes poblados de aliaga, sin haber tropezado con una sola heredad labrada, un planto de coles que revelase la vida humana. De pronto los cascos del caballo cesaron de resonar y se hundieron en blanda alfombra: era una camada de estircol vegetal, tendida, segn costumbre del pas, ante la casucha de un labrador. A la puerta una mujer daba de mamar a una criatura. El jinete se detuvo. --Seora, sabe si voy bien para la casa del marqus de Ulloa? --Va bien, va.... --Y... falta mucho? Enarcamiento de cejas, mirada entre aptica y curiosa, respuesta ambigua en dialecto: --La carrerita de un can.... Estamos frescos!, pens el viajero, que si no acertaba a calcular lo que anda un can en una carrera, barruntaba que debe ser bastante para un caballo. En fin, en llegando al crucero vera los Pazos de Ulloa..... Todo se le volva buscar el atajo, a la derecha..... Ni seales. La vereda, ensanchndose, se internaba por tierra montaosa, salpicada de manchones de robledal y algn que otro castao todava cargado de fruta: a derecha e izquierda, matorrales de brezo crecan desparramados y oscuros. Experimentaba el jinete indefinible malestar, disculpable en quien, nacido y criado en un pueblo tranquilo y sooliento, se halla por vez primera frente a frente con la ruda y majestuosa soledad de la naturaleza, y recuerda historias de viajeros robados, de gentes asesinadas en sitios desiertos. --Qu pas de lobos!--dijo para s, ttricamente impresionado. Alegrsele el alma con la vista del atajo, que a su derecha se columbraba, estrecho y pendiente, entre un doble vallado de piedra, lmite de dos montes. Bajaba findose en la maa del jaco para evitar tropezones, cuando divis casi al alcance de su mano algo que le hizo estremecerse: una cruz de madera, pintada de negro con filetes blancos, medio cada ya sobre el muralln que la sustentaba. El clrigo saba que estas cruces sealan el lugar donde
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